La posibilidad de que la humanidad establezca asentamientos lunares permanentes, un objetivo largamente buscado por científicos y exploradores, se acerca a su materialización. Impulsada por la Agencia Espacial Europea (ESA) y en colaboración con socios internacionales y empresas privadas, la creación de hábitats modulares en la Luna avanza, con el cráter Shackleton en el Polo Sur lunar como principal candidato para albergar la primera base estable fuera de la Tierra.
National Geographic destaca que este enclave genera interés global debido a sus singulares condiciones de luz y sus reservas de hielo, factores cruciales para la futura vida y actividad humana en el satélite.
El cráter Shackleton, de 21 kilómetros de diámetro y 4,2 de profundidad, se destaca por los llamados “picos de luz eterna”, áreas que permanecen iluminadas por el Sol durante el 90% del año. Esta particularidad, explicó Ignasi Ribas, director del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña (IEEC), lo convierte en un sitio idóneo para instalar infraestructuras solares capaces de operar casi de forma continua.
Además, la penumbra fría de su fondo contiene depósitos de hielo de agua de origen cometario, recurso esencial para obtener agua potable, oxígeno y combustible por electrólisis. Sin embargo, la cantidad disponible y su extracción suponen retos técnicos notables debido a su combinación con regolito, el polvo lunar.
La ESA lidera iniciativas para materializar estos asentamientos, como el proyecto conceptual Moon Village, coordinado por Bernard Foing y desarrollado por el estudio de arquitectura e ingeniería SOM (Skidmore, Owings and Merrill). Esta propuesta imagina una aldea lunar internacional formada por módulos inflables y conectables, protegidos por una capa de regolito impresa en 3D.
El diseño, presentado en la Bienal de Venecia de 2021, busca proporcionar un entorno que no solo garantice la supervivencia, sino que permita prosperar y desarrollar actividades creativas. Colin Koop, arquitecto de SOM, subrayó la importancia de crear espacios interiores confortables y bien iluminados, empleando la luz casi permanente de los picos del cráter para asegurar la autosuficiencia energética.
La colaboración entre la ESA y estudios como Foster and Partners permitió explorar la impresión 3D para construir hábitats modulares con materiales locales, reduciendo la dependencia de suministros terrestres. Las cápsulas diseñadas por Foster and Partners, ideadas para albergar a cuatro personas, serían transportadas junto a robots que, ya en la Luna, inflarían una cúpula y edificarían una estructura protectora con regolito.
Este proceso, con una duración de aproximadamente tres meses en la Tierra, permitiría disponer de una casa lunar con protección eficaz frente a meteoritos, radiación y extremas fluctuaciones térmicas.
Retos científicos y técnicos en la colonización lunar
Los desafíos científicos y técnicos para la colonización lunar resultan formidables. La microgravedad, solo una sexta parte de la terrestre, afecta la salud humana y provoca pérdida de densidad ósea, problemas circulatorios y deterioro muscular. Koop advirtió que los futuros habitantes tendrán que ejercitarse con mucha mayor intensidad que en la Tierra para preservar su salud.
Además, la ausencia de atmósfera y campo magnético expone a los astronautas a altos niveles de radiación y a impactos de meteoritos, lo que requiere soluciones tecnológicas y arquitectónicas avanzadas para garantizar la seguridad.
El regolito lunar, compuesto por basaltos triturados y cargado electrostáticamente, representa otro obstáculo considerable. Ignasi Casanova, profesor de Geoquímica en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC), explicó que este polvo fino y abrasivo puede permanecer en suspensión durante siglos, infiltrarse en equipos y estructuras, y supone un riesgo sanitario si se inhala. La ESA impulsa iniciativas como PAVER para fundir regolito y construir pistas de aterrizaje con el objetivo de reducir la dispersión del polvo durante las operaciones.
Recursos lunares y sostenibilidad
La explotación de recursos lunares como el helio-3 —potencial combustible para reactores de fusión nuclear— y las tierras raras de las rocas KREEP, es uno de los grandes atractivos de la colonización. Casanova indicó que las concentraciones actuales de estos materiales aún no permiten una explotación económicamente viable, de modo que su aprovechamiento demandará décadas de investigación y desarrollo. La Luna también es un laboratorio único para experimentar soluciones de sostenibilidad y estudiar procesos geológicos esenciales para comprender la historia del sistema solar.
La autosuficiencia de los asentamientos lunares depende en gran medida de la capacidad de producir alimentos, agua y oxígeno en el propio satélite. En este campo, el Green Moon Project, liderado por José María Ortega y Jorge Pla-García, desarrolla invernaderos espaciales para cultivar vegetales en microgravedad.
El primer experimento, programado para finales de 2026, será el envío de una cápsula con plántulas en un cohete de Space X con el fin de analizar el crecimiento vegetal en ausencia de gravedad. Eva Sánchez, bióloga y directora del laboratorio InnoPlant, detalló que la cápsula asegurará condiciones controladas de temperatura y luz, permitiendo comparar el desarrollo de las plantas en el espacio y en la Tierra.
En paralelo, el proyecto europeo MELiSSA, con sede en la Universidad Autónoma de Barcelona y dirigido por Francesc Gòdia, examina un sistema circular de soporte vital centrado en reciclar desechos humanos para obtener alimentos, agua y oxígeno sin aportes externos. Este método, basado en la acción de microorganismos y plantas superiores, aspira a satisfacer las necesidades diarias de los futuros colonos lunares y podría estar listo para su aplicación a escala humana en 2035. Algunas de sus tecnologías fueron probadas ya en entornos extremos en la Tierra, como la base Concordia en la Antártida.
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